Puerto Rico posee un pasado agrícola en el cual los hermanos que nos antecedieron buscaron unas formas muy creativas para instruirse. Vamos a trasladarnos al Puerto Rico de 1910, donde la agricultura estaba basada en el tabaco. Los hacendados poseían grandes extensiones de terrenos dedicadas a este cultivo.
Los trabajadores de ambos sexos acudían a los talleres para realizar la labor artesanal de tejer el tabaco para luego secarlo y procesarlo. Era en estos centros de trabajo donde intervenía La Federación Libre de los Trabajadores de la Isla de Puerto Rico ilustrando con lecturas y noticias sobre la situación local, regional y mundial. El lector lo pagaban los operarios del taller aunque este fuera pequeño. Según el autor Ricardo Campos la institución del lector (a) resultó ser un arma poderosa para contrarrestar el alto de grado de analfabetismo de la época.
Sentado en la larga mesa de trabajo el lector o lectora, como Luisa Capetillo leía durante dos horas en la mañana y dos horas por la tarde. La lectura la seleccionaban los operarios y consistía de periódicos y revistas del país, poesias, novelas, folletos y libros de propaganda anarquista y marxista. Sus autores favoritos eran: Dumas, Zola, Tolstoy y Víctor Hugo entre otros.
Después de las horas de lectura se iniciaba la discusión sobre el tema, esta discusión a veces se extendía hasta la hora de salida.
